Conversamos con Diego mientras decenas de pinzones de Darwin, pequeñas aves únicas de las islas, revolotean alrededor de nuestra mesa en pos de pequeñas migajas de pan. A Charles Darwin le tomó 30 años descifrar los cómos, porqués y para qué estas pequeñas aves desarrollaron una variedad de picos desde diminutos y rectos hasta largos, puntiagudos o curvos. Por cierto, en Galápagos no hay un verdadero desayuno isleño si no está acompañado por grupos de pinzones que llegan sin temor a compartir la comida con los humanos.
Como fotógrafo del Parque Nacional, Diego tuvo y sigue teniendo el privilegio de acompañar las más variadas expediciones y viajes de campo que le ponen cara a cara con el mundo excepcional de las Galápagos: sus paisajes salidos de otro mundo, la fauna y flora únicas en el planeta, el mar, la lava, los imponentes volcanes, las tortugas gigantes, los piqueros con patas de colores y hasta iguanas terrestres rosadas. Diego me dice: “soy en extremo afortunado: llegué al verdadero paraíso para la vida y la fotografía”.
Diego cree firmemente en las oportunidades para la juventud y está convencido de que, con su proyecto “contribuye a ofrecer una fascinante alternativa profesional que fomenta la creatividad y coadyuva de manera práctica a formar un nuevo contingente de guardianes y protectores de este tesoro natural llamado Galápagos, declarado por la UNESCO como primer Patrimonio Natural de la Humanidad”. Y su pequeño pero dedicado grupo de entre 12 a 16 estudiantes del Colegio Nacional Galápagos, comparten y se empoderan de esa visión.
Mi charla con Diego, a la orilla del mar, luego de compartir el pan con los pinzones, se matiza con el cruce imperturbable, a cortísima distancia de nuestros pies, de algunas iguanas marinas, de aspecto inequívocamente prehistórico, que buscan la sombra de unos manglares para resguardarse del tórrido sol de la mañana. Luego un par de leones marinos juveniles nos distraen por momentos con sus piruetas acuáticas, aprovechando la marea alta. Y ese es el mundo encantado de Galápagos en su vida cotidiana, aún en un centro poblado: magia pura y experiencias memorables.
Y así transcurren los días en el mundo excepcional de Galápagos, enriquecido por una juventud que valora lo que tiene y que, motivada por el ejemplo de su Instructor fotográfico, desean un futuro mejor para esas islas maravillosas, para sus vidas, sus familias y la población que los vio nacer y los rodea.
La fotografía, desde que fue inventada, tuvo la magia de capturar imágenes de la vida real y cotidiana y guardarlas para la posteridad, permitiéndonos recrear momentos pasados con tan solo mirar esas imágenes y los recuerdos que nos traen. El mundo moderno y digital nos ha llevado a nuevas dimensiones en materia de fotografía. Pero, la esencia de la fotografía sigue siendo la misma desde su origen y guarda esa magia fascinante que se esconde por igual detrás de una vieja cámara que de la más sofisticada tecnología.
Hoy me encuentro en Galápagos, islas encantadas de las que me enamoré irreversiblemente hace muchos años. Mirando desde un balcón la hermosa Bahía Academia, en el extremo sur de la isla Santa Cruz, me sigo extasiando con los colores azul-verde-turquesa del mar y la pintura multicolor de las decenas de yates, veleros, botes y cruceros que llenan la bahía en esta mañana luminosa de febrero.
Diego Bermeo es un joven ecuatoriano que llegó a Galápagos en 2009 con 28 años de edad para entonces. Fascinado como tantos, decidió hacer de las islas su hogar definitivo. En 2012 entró a trabajar en el área de Comunicación, su especialidad profesional, en el Parque Nacional Galápagos. Entusiasmado me cuenta Diego que desde su niñez y adolescencia tuvo una fascinación enorme por la fotografía y en sus sueños siempre quiso hacer de esta actividad no solo una profesión sino una forma de arte.
Pero Diego Bermeo quiso ir más lejos y, llevado por su espíritu solidario, decidió que debía compartir este privilegio y formar un semillero de fotógrafos entre la juventud isleña. Lo hizo con su genuino entusiasmo y desinterés. Así nació, bajo convenio con el Bachillerato Internacional del prestigioso Colegio Nacional Galápagos, su maravilloso Proyecto “Jóvenes Fotógrafos de Galápagos” que vio la luz en 2014.
Desde entonces, la agenda de Diego combina cada día, con desbordante energía, su trabajo y responsabilidades laborales en el Parque Nacional, el compartir tiempo con su familia y dedicarle el tiempo necesario a “sus pupilos”, los “Jóvenes Fotógrafos”. El bien estructurado programa didáctico comprende 150 horas de clases teóricas y prácticas que se realizan los jueves y sábados incluyendo salidas de campo. Diego enseña desde los fundamentos técnicos, usos y aplicaciones de las cámaras y accesorios, hasta los secretos más sencillos o los más complejos de la fotografía artística. Su siembra en poco tiempo ya ha cosechado varias promesas de la fotografía que tienen como lugar natal y hogar privilegiado, el fantástico mundo de Galápagos. El proyecto es casi íntegramente autofinanciado por el Instructor y los propios estudiantes en cuanto a equipos, movilizaciones, accesorios y otros gastos.
Tal es el entusiasmo que el grupo emana que en su corto tiempo de vida ya han alcanzado logros importantes como realizar Exposiciones temáticas en las propias Islas, pero además y con gran éxito, en Quito, Guayaquil y Cuenca. Los planes son seguir creciendo y expandiendo sus metas, objetivos y realizaciones. Algunos operadores privados de turismo han acogido la idea con entusiasmo y ofrecen cruceros didácticos sin ningún costo para que los Jóvenes Fotógrafos junto a Diego, su líder e Instructor, realicen periplos por los lugares más remotos del Archipiélago dándoles así la oportunidad no solo de conocer lugares impensados de las islas, sino de hacer fotografías únicas y maravillosas, cada vez con mayor técnica y visión artística.
