Si vives en Cumbayá, muy probablemente te has despertado casi «todos los días del mes de junio» a las seis de la mañana con petardos y voladores, mientras tus mascotas desesperadas y muertas del susto no saben dónde esconderse ni por dónde entrar huyendo a la primera cama que se les aparece.
Hace tiempo ya, yo fui una de esas personas y no tenía idea de que Cumbayá celebra sus fiestas patronales, que además se juntan con las de San Juan en un despliegue de folklore alucinante. A pesar de ser muy conocidas por los verdaderos cumbayacenses, son casi desconocidas por completo por quienes hemos migrado a este hermoso pueblo buscando calidad de vida. Hace varios años atrás, una buena mañana, domingo para colmo, perdí la cabeza y me levanté a buscar de dónde provenían los escandalosos y molestos petardos.
La verdad me sentí muy mal al darme cuenta de que, si bien era algo que puede considerarse atrevido y desconsiderado, provenía de una cultura que ahora respeto y que espero se conserve por siempre. Este último domingo de junio, salí a buscar frutas a las 10 de la mañana frente a la Iglesia de Santa Inés, camino a Pillagua, lindo nombre autóctono, por cierto, para no decir, en la vía a la» Meneses Pallares». Dejé la fruta en la casa y regresé en 5 minutos con mi cámara.
Es difícil contar la experiencia que tuve entre que empecé a vivir la fiesta hasta las casi 5 de la tarde, hora a la que por «prudencia» decidí agradecer a todos los nuevos amigos por taaanta atención brindada y a quienes hago un pequeño homenaje en este artículo, felicitándolos por mantener vivas «nuestras tradiciones».
Entre priostes, diablos humas, vacas locas, castillos, chamizas, payasitos, negros y capariches y las preciosas cayambeñas y otavalas disfrutamos de una experiencia, para mí, inolvidable.
Existen familias enteras entregadas a mantener esta tradición y desde muy pequeños, como en el caso de Segundo «Coco» Valdez y sus nietas, se empeñan en transmitir su humilde y rica tradición de bailar al compás de la banda de pueblo. Empezó con su papá cuando niño y ahora baila con la máscara de diablo que le heredó su finado hermano. Junto a su amigo, Manuel Duque, bailan desde hace 30 años en cada fiesta que pueden, pues parte de la tradición es invitar y asistir a fiestas de otras localidades.
Pablo Espín, gentil como él solo, nos invitó a seguir la celebración en su casa y con su familia. Ahora entiendo claramente el dicho: “me atendieron como a prioste”. Nos brindaron chicha de jora, la mejor que he probado en mi vida, aguado de gallina y gran cantidad de hornado, como si me hubieran visto flaco y ojeroso. Desde hoy me comprometo a vivir la fiesta el siguiente año, sin dejar de pensar en las fiestas de San Bartolomé de Lumbisí del próximo 24, 25 y 26 de agosto, cuando haremos otra cobertura para seguir difundiendo esta hermosa tradición de las fiestas populares.