Por: Rita L. Vivero A.
Médico especialista en vacunas
Magister Candidate Universidad Internacional de Valencia
Las teorías de la conspiración son fuente inagotable de rumores y afirmaciones de difícil comprobación. Me he dado cuenta que cuando converso con alguien que defiende dichas teorías, la discusión llega a un punto muerto que no puede ser respondido sino con frases que me tilden de «inocente», «buenita» o asuman que «vivo en una burbuja» donde no me doy cuenta de la realidad. Para todos ellos el mundo está regentado por el mal y hay secretos oscuros que nos están vedados a quienes permanecemos enceguecidos y naïve, viviendo sin saberlo en un mundo de mentiras, trabajando inconscientemente para el eje del mal, el poder.
Debo reconocer, como contraparte, que esas discusiones llegan también a dar contra la pared de mi último argumento: lo suyo está fundamentado en una convicción de la que no puedo sacarles con mis argumentos o cuestionamientos científicos que exigen una comprobación de lo que dicen. A mi juicio y según mi creencia personal el ser humano es, fundamentalmente, bueno. Sentada esa primera afirmación sobre la que no volveré a hablar, quisiera que analicemos la evidencia existente al momento de un potencial uso de nanochips para ser introducidos de manera inadvertida en el cuerpo de quien sea inoculado con una vacuna, por ejemplo, según la coyuntura actual.
Varias afirmaciones falsas rodean a esta teoría de la adición de chips dentro de las formulaciones vacunales, una de ellas afirma que todo sería un plan ordenado por las propias Naciones Unidas que habría puesto un plazo, hasta el año 2030, para que todo ser humano que habita la Tierra cuente con un dispositivo y pueda ser rastreado. Todo apunta que esta falacia nació del ejercicio de identificación biométrica que
empezó a desarrollarse en 2015 por la ACNUR, instancia de las NNUU dedicada a los refugiados. Esta herramienta de identificación permitió brindar trazabilidad al desplazamiento de refugiados con el fin de brindarles apoyo y protección, alineándose a los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) y si bien se recoge parámetros biométricos de los inscritos en el programa, esto no incluye la implantación de un chip.Otra de las fuentes probables de esta noticia especulativa, puede ser el programa de acceso a las instalaciones que una empresa sueca implementó entre sus empleados que, de manera voluntaria, quisieran ser parte de la experiencia, de implantar un micro chip subcutáneo para identificación y acceso a sus oficinas: como llevar la tarjeta magnética de identificación que abre puertas, permite usar las impresoras o activar las máquinas expendedoras de café. Cabe destacar que, al menos por ahora, las funcionalidades de ese chip son muy limitadas: por su tamaño no tiene batería, lo que le impide emitir señales y descarta un potencial rastreo por GPS de las personas; tiene una memoria de menos de 1K y, por tanto, no le es posible almacenar mucho más que unos cuantos datos personales del usuario
sin capacidad de controlar de ninguna manera al sujeto. Para que la información almacenada en su memoria de solo lectura pueda ser leída por un receptor, dicho equipo debe estar casi en contacto con el chip, a una distancia menor a 1 cm, tal como se realiza la lectura de una tarjeta de crédito «contactless«.
Entonces, si pensamos que las vacunas son inoculadas, en términos generales, a una profundidad de unos 3 cm en el espesor de un músculo, un chip inyectado en esa ubicación no podría ser leído por un equipo receptor. Además, pensemos que para que pueda viajar por el cuerpo y lograr efectos sobre él, debería estar en capacidad para viajar por la sangre, por lo que su aplicación debería ser en la vena y no en la masa muscular.
Si cualquier usuario de internet hace una sencilla búsqueda sobre el nano chip más pequeño del mundo, podrá encontrar imágenes fascinantes de chips tan pequeños como un grano de arena o incluso menos creados en Japón por empresas de fama mundial como Hitachi. Aunque han sido creados y usados con otros propósitos, esos pequeñísimos transistores podrían ser lo suficientemente pequeños para pasar por la luz de una aguja y ser inyectados con una solución, sí. Pero para lograr el cometido de controlar al ser humano o de alterarnos de alguna manera, deberían ser mucho más que simples transistores compuestos de 128 bits de información ID almacenada en ROM (Memoria de Sólo Lectura), un circuito analógico para comunicación inalámbrica y una diminuta antena. En realidad, para funcionar como se cree por parte de quienes sostienen teorías de conspiración relacionadas a este tema, deberían ser nano procesadores y no solo piezas (maravillosamente diminutas, indudablemente) de un circuito de transmisores que, por sí solos, no son capaces de las funciones que les están ahora mismo imputando.
Por el bien de la humanidad espero que la tecnología continúe desarrollando más y mejores chips que puedan, potencialmente, ser usado en humanos con fines de salud. Sería maravilloso si se logran cristalizar los chips que están en investigación para monitorizar los signos vitales, dar alertas de alteraciones de niveles de sustancias en la sangre, medir la concentración de ciertos medicamentos que tienen un rango terapéutico muy estrecho y es fundamental vigilar su estabilidad en la sangre, incluso chips que se plantea podrían regenerar tejidos y revertir patologías degenerativas, autoinmunes y crónicas. Las posibilidades son infinitas y, seguramente, el futuro de la medicina vendrá de la mano de avances en ese sentido, reparando a nivel nanométrico, lo que pudiera estar dañado.
Este y otros temas podrás encontrar en el blog DESMENTI.doc donde busco ayudarte a derrumbar mitos en salud. Bienvenidos a seguirme en https://ritaviveroa.wixsite.com/desmentidoc