Ser mujer es un desafío, siempre lo ha sido, en todas las épocas y aún hoy. ¡Un hermoso desafío!
Se escucha con frecuencia que ser hombre es más fácil; bueno, hacer pipí de pie es una ventaja, pero ser mujer es más complicado que eso. Somos sin duda más complejas, principalmente porque somos multifacéticas. A la final, podemos hacer más de dos cosas a la vez.
Ya, pasando a lo serio, tal vez la diferencia principal que tenemos con los hombres es la capacidad de dar vida. Y cuando nos convertimos en madres comprendemos que nuestra existencia cobra otro nuevo y vital significado que nos permite aprender muchas cosas de las cuales no nos creíamos capaces.
Y es que a las mujeres nos han sido regalados una serie de dones. Entre los principales me gustaría destacar la bondad y la sororidad, esa complicidad y apoyo único entre mujeres.
También es cierto que variamos y sufrimos cambios de humor. Podemos fluctuar por todas estas facetas: fuertes, sensibles, dulces, demandantes, tiernas, caprichosas, exigentes, tristes o alegres. Ser mujer es todo eso, un torbellino de emociones.
Es indudable que solemos estar cargadas de una mayor dosis de sensibilidad, la cual nos sirve para comprender al prójimo, para sentir empatía, para escuchar y regar lágrimas cuando el dolor nos golpea. Y luego, regresa la valentía con un ímpetu que nos permite sobrellevar el sufrimiento y retomar, con nuevos bríos, el camino.
Las mujeres tenemos que superar muchas trabas para poder alcanzar las metas que nos proponemos porque el sistema está diseñado para los hombres y cada mujer que quiere incursionar en un campo “masculino” no sólo debe demostrar capacidad sino superar una serie de prejuicios y frenos, muchas veces esforzándose más que sus pares hombres. Es una dicha que cada vez existan más mujeres liderando y destacándose en todos los ámbitos, pero no podemos desconocer que cada una que llega a la meta, ensancha el camino y lo aplana para la siguiente.
Aún tenemos mucho por delante, y no podemos parar mientras existan violaciones, matrimonio infantil, mutilación genital, menor acceso a la educación para las niñas y menos oportunidades de participación en liderazgo, empleo o política. Estos son solo algunos de los problemas más acuciantes que enfrentamos en la actualidad para alcanzar la igualdad de género. Y esto no tiene nada que ver con ser feminista y mucho menos con estar en contra de los hombres. Somos complementarios, tenemos la misma capacidad, por lo tanto, merecemos las mismas oportunidades.
Al final de cuentas, ser mujer es un privilegio.
Imágenes de Pixabay.