Las calaveras o catrinas mexicanas provienen de la palabra catrín en alusión al hombre vestido de gala de la aristocracia de aquel país a finales del siglo XIX. En aquellos tiempos había una gran crisis social donde los campesinos comenzaron a vender garbanzo y cambiaron su estilo de vida, tratando de vestirse como franceses y dejando de lado su verdadero origen.
Las catrinas cruzaron la barrera de los cuadros y muros, así como también de los diarios para comenzar a formar parte de la cultura mexicana, mostrando claramente su posición ante lo inevitable que es el fin de la vida humana, o sea, la muerte. De esta manera, el mexicano muestra cómo toma a la misma, haciéndola parte del festejo, considerándola parte de la vida misma.
Así los diarios locales comenzaron a criticar este hecho junto a otras decisiones que había tomado el gobierno de turno y junto a aquellas redacciones comenzaron a aparecer esqueletos con sombreros de gala. En realidad su principal nombre era calavera garbancera.
El creador de esta figura fue José Guadalupe Posada, comunicador grabadista de inicios del siglo XX. Posteriormente, el muralista Diego Rivera continuó con el trabajo iniciado por Posada y quien en realidad le otorgó el nombre de catrina a la antigua calavera de aquellos tiempos.
La diversidad y colorido representado en cada catrina hacen el deleite de toda la sociedad, especialmente de la extranjera que encuentra en estos personajes uno de los íconos culturales más atractivos de este hermoso país.